29 de septiembre de 2011

Unamuno y Salamanca. Salamanca y Unamuno


¿Qué sería de la realidad sin la nostalgia o el romanticismo? Salamanca está repleta de estudiantes, eso lo sabemos todos. Las calles que rodean la zona universitaria están transitadas por ellos disolviéndose ruidosamente entre montones de turistas. Unos beben calimocho en sus plazas y los otros vino en terrazas con vistas a la catedral. Pero he aquí cuando la nostalgia hace su aparición y las palabras que una vez dedicó Unamuno (Bilbao, 1864 - Salamanca 1936) a la ciudad resuenan en mi cabeza:


«Salamanca, Salamanca, renaciente maravilla, académica palanca de mi visión de Castilla».

Fotografía de la fachada y balcón del estudio de Unamuno

Entonces lo recuerdo todo y como si de un noviete de adolescencia se tratara, me viene a la memoria lo que me gustaba San Manuel Bueno Mártir y lo fascinada que me sentía por Miguel de Unamuno, ése abuelito encantador y sabio que a muchos nos habría gustado tener. Su casa aparece delante de mí por sorpresa y a pesar del temor de que sólo sea una trampa para sacar cuartos a los turistas sedientos de souvenirs culturales, me la juego y de alguna forma salgo satisfecha (es aquí cuando mi romanticismo entra en escena).

Vista del despacho de Unamuno (ojo a la pajarita "supuestamente" hecha por él. Tierno, ¿no?)

Montones de libros en griego apilados en las estanterías de su biblioteca recuerdan que el escritor llegó a Salamanca en 1891 cuando obtuvo su plaza de catedrático de lengua griega y en 1900 se traslada a la casa rectoral, propiedad de la Universidad y hoy casa-museo además de biblioteca y archivo de sus bienes. Su estancia en esta residencia de estilo barroco es larga pero no continuada, idas precipitadas por las destituciones del rectorado por razones políticas y venidas reclamadas por sus compañeros y colegas de facultad, entre medias se incluyen un destierro a Fuerteventura y un exilio voluntario a Francia y Hendaya, hasta su vuelta definitiva cuando por fin cayó el régimen de Primo de Rivera. Regreso y recibimiento apoteósico del que precisamente las fotos colgadas por el pasillo dan fe ante nuestros ojos. A pesar del tiempo, la distancia se acorta por la emoción que las imágenes desprenden.

Fotografía que muestra a Unamuno en su postura favorita para leer.

En esta especie de deambular distraído continúo cotilleando por las habitaciones y le imagino tumbado en su cama releyendo a Keats o haciendo sus pajaritas de papel sentado en su mecedora junto a la ventada, merodeo entre las que fueron sus cosas, sus libros, sus fotos, … Muy a propósito resulta mi excursión improvisada ya que luego me enteré de que este año se conmemora el 75 aniversario de su muerte.

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