13 de septiembre de 2011

Lygia Pape. Espacio imantado.

El otro día leía que de las 1.100 obras colgadas en el Museo del Prado sólo dos son de autoría femenina, ambas pertenecen a Sofonisba Anguissola. Entre las 1.200 obras expuestas por el Museo Reina Sofía, 56 son de mujeres. Y los datos no mejoran en el resto de grandes museos internacionales.
Rocío de la Villa, presidenta de MAV (Mujeres en Artes Visuales), aclaraba en la pequeña entrevista cómo es importante remarcar "la masculinización del sistema del arte que impone sus criterios desde siempre". No es que no existan mujeres artistas o que la calidad de su trabajo no sea igual que la de los profesionales de su época y entorno correspondiente, es simplemente que se oculta y acaban olvidándose. No son las únicas víctimas, ¡las hay incluso con peor suerte! ¿O es que de verdad hay ilusos que piensan que no hay artistas de color y de otras culturas ajenas a los dictados occidentales y en su mayoría católicos? Por suerte creo que vivimos tiempos de revisionismos históricos y culturales. En concreto, el Reina Sofía está empezando a adquirir y exponer cada vez con mayor frecuencia obra de autoras femeninas. De hecho, en estos momentos de las seis exposiciones temporales que ofrece el museo, cinco son de mujeres. Hasta yo misma he alucinado con este descubrimiento.

Lygia Pape (1927 - 2004) es una de ellas. Pape representa el Brasil moderno de los 50. Los 50 y 60 fueron décadas de revolución arquitectónica, urbanística, artística y como no, literaria dentro de los movimientos brasileños. Brasilia, Río de Janeiro, Sao Paulo rebosaban arte y novedad y la Bienal de Sao Paulo lo hizo patente al resto del mundo.

Instalación de Lygia Pape.

El arte concreto nació en los años 30 de la pintura abstracta a partir del trabajo de De Stijl, Kandinsky y los futuristas. A través de este movimiento se declaró la liberación de la realidad, porque los colores y líneas son concretos ya de por sí. Por tanto la forma pasa a predominar incluso sobre el color, el cuál siempre es plano. Décadas más tarde y al otro lado del Atlántico, se da un paso más. Bajo el nombre de Neoconcretismo surge en el 59 en Brasil. El Grupo Frente enfatiza el concepto del aspecto visual de la forma y potencia el aspecto arte-vida, poniéndo todo el énfasis en la intuición. Se invita al espectador a participar directamente en la obra, integrándolo directamente con la vida. Lygia Pape es una pieza fundamental en toda esta vorágine intelectual.

Todos aquellos que sólo creen en la emoción de la pintura figurativa se sorprenderán ante la poesía y belleza que desprende esta muestra llamada Espacio imantado (ya sólo el título desprende magia).

Instalación. Lygia Pape.

Arrastrada por toda la energía que desprende la muestra, me decanto personalmente por la elegancia de sus instalaciones, sus xilografías tituladas Tecelares en las que la artista vanguardista se adelanta a Stella y quedo fascinada con sus mitad libros mitad origamis.

Tecelar, 1958. Lygia Pape.

Libros. Lygia Pape.

Ya en los 60, Pape planteó preguntas que aún siguen vigentes dentro y fuera del mundo del arte con Divisor, en el que el arte se convierte en juego rodeado de una aparentemente inocencia pero lo que realmente se cuestiona aquí es el concepto de autoría y el manejo del espacio público. ¿Hay alguien que honestamente piense que las ciudades se construyen para ser disfrutadas por sus ciudadanos? ¿Cuántos de los habitantes de Madrid tienen una plaza cerca a la que acudir y que les resulte realmente acogedora? Hummm, me atrevo a decir que ninguno, especialmente entre los que vivimos en la zona centro.

Divisor, 1968. Lygia Pape.

Con la instalación Roda dos prazeces, irónicamente y sin saberlo, la artista hace realidad su intención. Se trata de un círculo en mitad de la sala compuesto por cuencos con líquidos de sabores, cuyos colores no corresponden a los sabores que representan. De repente, un espectador distraído tropezó con la muestra desparramando todos los líquidos, con el consecuente escándalo y cara de horror de todos los presentes en la sala. Pero no cundió el pánico, el vigilante suspiró y la cara de fastidio de la señora de la limpieza fue lo más trágico de la escena. Lygia Pape demuestra así como sus obras están en directa conexión con el espectador. El arte unido a la vida. Eso sí, jamás practiquen esto con ninguna otra obra de arte. En otros casos sale más caro.

Roda dos prazeces. Lygia Pape.


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