26 de julio de 2010

Moe´s Meat Market


Nueva York es una ciudad sedienta de triunfo y éxito. Venimos, la invadimos por más o menos tiempo y todos coincidimos en lo mismo, ansiamos en lo más hondo de nuestra alma que la ciudad, como si de una persona con poderes sobrenaturales se tratara, nos revele la clave para poder conseguir nuestra meta más soñada y le exigimos que nos aporte novedades, cómo si fuera algo implícito en la visita.
¿No es de locos una ciudad llena de gente así? Anhelante, deseosa, llena de ambiciones, energía, creatividad, ilusiones... eso es Nueva York, una bomba a punto de estallar (hum, puede que la expresión sea poco acertada teniendo en cuenta el momento en el que vivimos).
En medio de este ruido, hay pequeños espacios de paz, personas que ya no necesitan mucho más, que finalmente son dueñas de su destino. La primera vez que pasé por delante de Moe´s Meat Market, en Elizabeth Street (Nolita), no pude resistir la tentación. Mi amiga y yo nos quedamos embobadas delante de la puerta, sin saber muy bien qué era aquello. Un señor mayor pero de aspecto jovial, sentando en un rincón charlaba con algún amigo dentro de una especie de casita de juguete... me recordó un poco a las casas bajas de algunas zonas de España, cuando en verano las señoras sacan sus sillas a la calle y charlan cuando el sol comienza a ocultarse y el aire fresco da un ligero respiro a un día de calor intenso.


Y con la boca abierta nos quedamos cuando descubrimos que ése atractivo señor, tenía 84 años. Fue en 1977 cuando compró el edificio donde sigue viviendo actualmente y dónde además se emplaza la galería, una antigua carnicería que aún conserva toda la esencia de lo que fue junto con el nombre. Un lugar mágico que de alguna manera me trajo a la memoria la tienda que una vez tuve, de decoración y espíritu similares. En este caso, las paredes bicolores originales conservan los ganchos de la carne, el suelo de baldosas es igualmente el auténtico, así como la decoración exterior. Tan sólo el árbol de latón es el que parece recordarte que el lugar es otro.



Robert Kobayashi es un artista excepcional que no por no hacer ruido lleva toda su vida en silencio. Su espacio, aunque recogido tiene las puertas abiertas de par en par. El secreto se compone de esculturas y pinturas hechas en latón, procedente de latas de cerveza y Café Bustelo. Un pequeño universo que su dueño ha decidido hacer público. Cuando se le pregunta porqué ahora, responde simplemente que quería observar la reacción del público. Hace mucho que desistió del intento de vender su obra a galerías y de esta forma además cumple con un humilde deseo de homenajear a la vieja Little Italy de los años 60, los años en que paseaba por sus calles buscando cajas de galletas y latas de aceite de oliva tiradas en las basuras de los cafés de la calle Mulberry, Mott, ... calles que con Kerouac a la cabeza no eran el lugar idílico que son hoy en día. Los delincuentes y drogadictos son ahora modernos, artistas, y mucho turista los fines de semana.



Cuarenta años después sigue trabajando en su mismo estudio, en el piso superior a la galería. Comenzó con el expresionismo abstracto y hasta llegó a exponer con Franz Kline, evolucionando a una forma más primitiva. Originario de Honolulu, vino a Nyc tras servir en la II Guerra Mundial y hasta los años 70 trabajó en el Moma como jardinero. De hecho una de sus esculturas forma parte de la colección permanente del museo.
Desde que abrió la galería ha vendido montones de obras y los precios oscilan ya alrededor de 6.000 dólares. Algo que según él atribuye a la suerte de estar en la ciudad y la calle adecuadas. El barrio de moda en la ciudad a la que por obligación, aunque sea una vez en la vida, hay que visitar.


La siguiente vez que volví, sorprendí a la galerista barriendo feliz mientras su perro me hacía de guía por la sala. ¿Cómo no adorar este sitio?





Fotos tomadas por mí (S.R.) en Moe´s Meat Market, Nyc - 2010

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