15 de marzo de 2011

Mi abuelo


Soy lenta. Tomando decisiones, lanzando opiniones, expresando sentimientos. Andando por la calle, levantándome por las mañanas, hasta en lo pasional voy siempre despacio. Mi abuelo murió hace muchos años. Más de 10. No llevo la cuenta aún, hasta para eso voy despacio. Para mí siempre será poco. Tengo la sensación de que la pérdida de mis abuelos es aún reciente. Mi abuelo era dibujante. Cuidadoso. Habilidoso en todo lo que hacía. Porque además de hacerlo bien, lo hacía con cariño. El día en que por su edad, supo que ya no dibujaría más, empaquetó todos sus utensilios como si se fuera de viaje, los guardó en un cajón y tras su muerte, mi abuela me los dio a mí. Con orgullo los guardé en un armario, sin saber muy bien qué hacer con ellos pero segura de que eran mi gran tesoro. Mi mejor herencia. Ahora, en el ecuador de mi vida, me doy cuenta de que no sirve de nada evitar lo que te dicta el corazón y me atrevo a reírme de todos aquellos que te animan a seguir a la razón. Ellos llegan a fin de mes. Yo ya no. Pero sonrío. Todo el tiempo.


Hoy abrí ese armario. Sin saber porqué. Cogí la caja y en la intimidad de mi casa, la abrí. Si existe el más allá y la conexión con nuestros muertos, es esto. Sentir el olor a óleo en mis manos, ver mis dedos manchados por las viejas minas de grafito, descubrir ése sobre repleto de viejos sellos que mi abuelo adoraba coleccionar, verle una vez más a mi lado, observando con su lupa el sello en cuestión, sonriéndote con su mirada sobre las gafas caídas. Me pregunto porqué he estado evitando hacer con mi vida lo que realmente me gusta. Pero al mismo tiempo me siento satisfecha porque lucho cada día por estar más cerca de encontrarme. He dado muchas vueltas y creo que ya sé el camino. Hoy, aunque llore, estoy feliz.

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