28 de junio de 2010

The Metropolitan Museum of Art, NYC

Más cositas que hice en el Met;

Redescubrir a Balthus (1908-2001), lo cuál ha sido todo un placer. Este es un buen ejemplo de cuando hablo de aquellos pintores que tenía semiolvidados y de repente me sorprendo sentada en el famoso banco central de la sala durante un buen rato. Hay una serie de artistas que me van emocionando aún más con la edad (con la mía, claro), supongo que una se hace más sensible o más sentimental.
Balthus fue el intelectual por antonomasia, criado en el seno de una familia de artistas refinados, filósofos e historiadores del arte, cuyo círculo de amistades estaba formado por nada menos que Rilke, Bonnard, Cocteau, etc.
Las mujeres juegan un papel fundamental en su vida y obra. Las retrata insultantemente jóvenes, en posiciones eróticas y voyeurísticas, llegando a escandalizar o cuando menos, a ruborizar en muchísimas ocasiones.

(Theresa, 1938)

Breton y Picasso admiraron su trabajo, de hecho Balthus fue el único artista vivo cuya obra quedaba representada en el Louvre por pertenecer a la colección privada que Picasso concedió el museo.
En 1977 contrajo matrimonio por 2ª vez con la japonesa y también pintora Setsuko, estableciendo su residencia en un Chatteau de Suiza. Desde entonces su vida se volvió mas misteriosa aún.


Cuando admiras su obra no puedes evitar recordar lo que Camus dijo en alguna ocasión sobre su trabajo: “no es el crimen lo que interesa, sino la pureza“. Y en este caso, es totalmente cierto.


Continúo con mi paseo sin rumbo y me encuentro de frente con Black Iris (1926) de Georgia O´Keeffe (1887-1986). Impresiona, ¡en serio!


Su reconocimiento como uno de los artistas más importantes fue temprano, siendo consagrada además como la 1ª artista puramente estadounidense y viéndose todo esto reflejado en su alta cotización en el mercado.
Esta flor refleja su interés por mostrar una visión forzada y monumental de detalles mínimos que de otra forma pasarían desapercibidos.
Es una obra temprana en su trayectoria pero no fue obstáculo para ser de las más destacadas de su trabajo conjunto.
Cuando esta serie de retratos se exhibieron por 1ª vez en los años 20, todos sin excepción quedaron impresionados por su audacia, incluso Stiglitz (el que sería su galerista y coleccionista fiel de su obra).
A pesar de lo que la imagen pueda sugerir, ella negó siempre cualquier referencia sexual en su trabajo. Algo que no fue impedimento para formar parte fundamental del colectivo de artistas feministas propio de los 70.

Como anécdota contaré cuando me sorprendí ante la imagen de mi propia casa vista por Hopper (1882-1967). Manhattan desde Williamsburg Bridge (From Williamsburg Bridge, 1928). Una visión mundana de la ciudad, sin ruido, ni movimiento. Tan sólo una mujer parece descansar pensativa apoyada en su ventana rompiendo la combinación establecida de ritmos y repeticiones que proponen las líneas de los edificios. El formato del cuadro implica que la imaginación continúe la visión de la escena, sus calles, su tranquilidad, tan distinta de lo que realmente yo vivo todos los días. Calmada como jamás veré mi calle, donde el interminable sonido de sirenas, trenes y coches que inunda el puente queda enterrado bajo el son de una salsa caribeña, mientras la gente se sienta en las escaleras de los edificios sin importar la hora del día o de la noche, el olor del pollo frito rodea el ambiente y este calor pegajoso y húmedo te atrapa, dejándote sumido en una especie de sueño perpetuo. Esto sí que es Manhattan.



El roof (o terraza) del museo es desde hace tiempo otra sala más que alberga siempre alguna exposición amena a la que rodea ese marco impresionante que es Central Park y los imponentes edificios de 5th Av. y la 59th Street.
Esta vez los invitados han sido los gemelos Doug+Mike Starn (New Jersey, 1961) . Para ello han ideado Big Bamboo, una instalación específica para el espacio cedido. Es una estructura arquitectónica monumental hecha en bambú, una especie de cabaña gigante dónde niños y adultos pasean, trepan y toquetean mientras se hacen fotos desde cualquier ángulo inimaginable.


Lo llamativo es que los artistas y su equipo siguen ahí construyendo la estructura mientras los espectadores son testigos de lo que ocurre. Sugieren con ello la complejidad y energía que otorga un organismo que va cambiando con el transcurso del tiempo.

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