6 de abril de 2010

Martín Ramírez


Veamos, ¿qué ocurre cuando un hombre de repente se queda pobre, indigente, desempleado e incomunicado por ser extranjero? Como broche final, le diagnosticamos una enfermedad mental y le encerramos en un hospital psiquiátrico donde pasará el resto de su vida.

No, no me lo estoy inventando. Este hombre fue Martín Ramírez (1895-1963) y aunque se quedó en un rincón durante 15 años, encontró su propia vía de comunicación y escape. A otros individuos de características similares les ocurre lo mismo. Son autodidactas, con una necesidad artística innata en ellos, que en momentos de caos sacan a la superficie. Encuentran formas de expresión totalmente originales que sin embargo no sabemos cómo clasificar. Viven ajenos a movimientos intelectuales y artísticos de la cultura oficial y carecen de formación académica.


Y es que ya dijo Dubuffet que todos llevamos dentro un potencial creativo que las normas sociales anulan. Para este grupo de “artistas” que sorprenden al mundo, Dubuffet acuñó en 1945 un término: Art Brut. Dentro de esta categoría están incluidas todas esas manifestaciones artísticas originadas especialmente por pacientes de hospitales psiquiátricos.

Más tarde surgió el término Outsider Art, no tan especifico y que engloba a artistas autodidactas o de estilo naif. Todos ellos responden a motivaciones que nacen de sus necesidades más íntimas y suele ir acompañado del uso de materiales y técnicas muy originales que inventan ellos mismos.

El estilo de Martín Ramírez está basado en estructuras lineales flexibles. Como resultado surgen espacios complejos con claras referencias a sus recuerdos más íntimos de México y Estados Unidos. No obstante hay varios temas que son recurrentes: el jinete a lomos del caballo -figura enmarcada siempre de forma teatral a modo de escenario-, los trenes y railes, que recuerdan el trabajo por el que tuvo que abandonar a su familia en Jalisco, animales que posiblemente tuvo en su rancho, vírgenes que confirman su formación católica…
Desarrolla juegos de color a base de una elegante y sutil paleta de creación propia, inventa hábiles técnicas de producción de materiales y varía la escala en los más de 450 dibujos dando infinidad de versiones de los mismos temas.



Nunca fue entrevistado en vida sobre su trabajo, ni mucho menos dejó escritos sobre ello. Sin embargo contó desde el principio con el apoyo de Tarmo Pasto - profesor de arte y psicología en la Universidad del Estado de Sacramento - que coleccionó sus obras y organizó exposiciones. Ya en la década de los 70, el pintor Jim Nutt descubrió su obra cuando Martín ya había fallecido y junto con la galerista Phyllis Kind adquirieron gran parte de ella, dedicándose a documentarla y exponerla. Pero no será hasta el 2007 y gracias al American Folk Art Museum de Nueva York cuando se reconozca oficialmente a este artista como uno de los maestros autodidactas más importantes del siglo XX.

El Museo Reina Sofía nos acerca a esta obra aparentemente inocente e inofensiva que esconde la verdadera lucha por la supervivencia del ser humano.


(Tarmo Pasto con Martín Ramírez en el DeWitt State Hospital)


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