26 de enero de 2011

Dennis Oppenheim

Annual Rings (Anillos Anulares), 1968.

Esta semana el mundo del arte está de luto. Ha fallecido uno de los pioneros del Land Art, Dennis Oppenheim (Washington, 1938), a sus 72 años de edad y en la ciudad dónde residía habitualmente, como no, Nueva York.
Como homenaje, propongo recordar una de sus obras emblemáticas, además de una de mis favoritas dentro del Land Art, Annual Rings (Anillos anulares).

En los años 60 hay un grupo de artistas formados en su mayoría en Nueva York, que deciden “salir” a espacio abiertos, generalmente a desiertos del oeste de Estados Unidos. Una vez allí, intervienen estos espacios naturales, convirtiéndolos a través de su transformación en materia artística. Independientemente del campo del que provengan los artistas (conceptualismo, minimalismo, o de actitudes románticas), no es más que una consecuencia de un renovado interés por la Tierra y su intención no es jamás crear un estilo nuevo sino cambiar la forma de hacer arte.

Así es como en 1968, Oppenheim traza en el río St. John, dos líneas paralelas de agua sobre la superficie helada del río. Es fundamental para la comprensión de la obra saber que este río delimita la frontera entre Maine (Estados Unidos) y New Brunswick (Canadá). Hay que tener en cuenta también que es el lugar en el que se produce el cambio de hora entre ambos países. Por tanto, se está explorando la relación entre tiempo y espacio reales, mientras que a su vez, se suman otro tiempo y espacio artificiales. La intención de todo esto es mostrar cómo nuestra vivencia temporal y espacial no es real, sino convencional.
Este montaje artificial construido en tierra de nadie pretende recordarnos que las fronteras temporales y políticas mediante las cuáles nos regimos, no son más que ficción. Al mismo tiempo, los círculos concéntricos están poniendo en un mismo espacio varias formas de tiempo distintas. Por un lado uno real, el que se vive durante el proceso de creación, otro arbitrario que es el que dicta el cambio de zona horaria y por último, uno cíclico que se muestra en los anillos circulares que nos recuerda las líneas de crecimiento de un árbol, en las que se ven los distintos cambios de estación.

Todas estas integraciones en paisajes naturales nos recuerdan cómo nuestra presencia no deja de ser más que breve e insignificante frente a la madre naturaleza.

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