24 de septiembre de 2010

Alice Neel

Supongo que todo el mundo tiene a alguien a quién desea parecerse mucho. En mi caso no es sólo que lo desee, es que me identifico tanto con su obra que siento que podría ser mía. Decir que Alice Neel (Pennsylvania, 1900 - 1984) es mi pintora favorita suena infantil y tonto. Quizá incluso algo radical, pero es lo que me apetece pensar cuando estoy delante de su obra.
Puede apreciarse cierta influencia expresionista del norte de Europa y porqué no, algo de la pintura oscura española. Lo que sí está claro es que en sus retratos reina una fuerte conciencia social. Pintó sobre todo personajes locales y aunque nunca fue la pintora de moda, ni pionera de movimientos vanguardistas, acabó haciéndose un hueco en el mundo de las galerías neoyorquinas de finales de los 70 y comienzo de los 80, para acabar convirtiéndose en un icono feminista.

Benny and Mary Ellen Andrews, 1972. Alice Neel (foto tomada por mí en el Moma, Nyc, 2010).

¿Pero porqué me gusta tanto? ¿Porqué no me canso de observar sus retratos? Pues porque están vivos. Porque además de contar mucho sobre la persona retratada, cuentan secretos sobre la artista que hay detrás. Porque a través de la línea ondulada y del color radiante, se insinúa la profundidad psicológica y la intensidad emocional del retratado. A pesar de la aparente inocencia de intenciones o del optimismo del color, hay un sutil drama en el aire. El drama de alguien que tropieza en múltiples ocasiones a lo largo de su vida y se levanta una y otra vez con la mejor de las sonrisas.

Retrato de Alice Neel

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