2 de julio de 2010

Sabía que el American Folk Art Museum traería algo interesante. Es un lugar pequeño pero intenso a rabiar, comparte muro con el MOMA, y quizá por eso pasa desapercibido totalmente. El caso es que es gracioso contemplar la cola interminable de gente esperando para entrar en el MOMA mientras tu estás casi solito disfrutando de obras anónimas. Bueno, en realidad esto es muy inexacto, tienen autor pero ¿quién conoce a Henry Darger o Judith Scott…? Y estos son los famosos, ¿qué tal Martin Thompson? No tienen estudios, algunos puede que incluso no sepan leer y jamás iban a museos ni frecuentaban círculos intelectuales. Por no salir, en algún que otro caso no salen ni de su habitación. Hasta hace muy poco no eran considerados verdaderos “artistas” y por ello se crean museos especiales para aquellos que no son fáciles de clasificar, son los llamados marginales, aunque personalmente prefiero el término outsider. ¿Qué es arte, que no lo es…? Agotador, pero ¿hay algo más sincero que crear sin saber siquiera que lo estás haciendo? Sin ninguna esperanza de reconocimiento, sin motivaciones económicas … sólo por necesidad de expresión, como escape a un mundo mejor, como ejercicio íntimo de comunicación. Para mí, si esto no es arte en estado puro (o bruto), nada lo es.

Henry Darger (1892-1973)

El museo fundó en 2002 un centro de estudios llamado Henry Darger y ahora le dedica dos exposiciones complementarias. Este peculiar Señor vivia recluido entre las cuatro paredes de su casa en Chicago. El día que el mundo tras su muerte, vio lo que tenía acumulado dentro, flipó. Un mini museo hecho por él mismo con su propia colección de arte. Un pequeño apartamento repleto de obras, cuadritos, objetos, clavados en las paredes con pegamento, atados con cuerdas, colgando del techo, saturando el espacio en definitiva hasta más no caber.


A lo largo de su vida dio rienda suelta a una verdadera pasión por la acumulación de objetos cuyo fin era amasar su desbordante necesidad de conocimiento, aplacar su placer, saciar su curiosidad. Pero no os imaginéis obras de grandes artistas, no, se trata de producción propia (escritos, pintura, dibujos y collages). Todo hecho con materiales modestos y de bajo coste. Creó un mundo exclusivo (literal), lo llamó “La historia de las Vivians, en lo que se conoce como los Reinos de lo irreal, sobre la Guerra-Tormenta Glandeco-Angeliniana causada por la Rebelión de los Niños Esclavos".


Fascinante, no sé si muy legal pero fascinante. Historias para las que recopilaba recortes de periódicos con informaciones diversas sobre tragedias reales. Todo dominado por sus propias reglas, su propia moral.


Su obra te deja totalmente descolocado. Inocente a muy primera vista, te noquea cuando descubres la oscuridad, la profundidad de lo que debió sentir.


Un trabajo donde domina la soledad, probablemente el dolor de los abusos a los que fue sometido en su infancia en el hospicio donde vivió, la crueldad de un mundo que en este caso, el nuestro, es muy real.



Judith Scott
es todo lo opuesto (1943-2005). Sordomuda y con síndrome de Down. Para esta mujer de Oakland (California), éstos no fueron impedimentos suficientes, encontró la forma de superar sus obstáculos hasta dar con la llave que le permitió sacar su poder interior desbordante de creatividad y convertirse finalmente en una artista reconocida, cuya obra se cotiza a precios cada vez más respetables.


Judith Scott

En 1987 comenzó sus estudios en el Creative Growth Art Center, un centro que se dedica al estimulamiento creativo y artístico de adultos con incapacidades físicas. Desde los primeros días destacó en pintura pero lo que realmente despertó su curiosidad fue la clase de Fiber Art (estilo que se centra en el uso de materiales textiles naturales y/o sintéticos, cuerda, etc..). Resultó que Judith tenía un pequeño don que dio rienda suelta a través de la escultura y por medio del uso de cuerdas.


Con esta fórmula original de creación propia, esculpía objetos que encontraba (normalmente robados de sus compañeros) y los envolvía en cuerda de colores cuidadosamente seleccionadas. Muchas de sus obras van en pares, puede que debido a que era hermana gemela.
El resultado son formas poderosas que parecen contener la esencia del objeto de forma bella y refinada.



Por último destacar la exposición “Women only: folk art by female hands”, basada en los trabajos artísticos ejecutados por mujeres en los siglos XVIII y XIX siguiendo las convenciones sociales establecidas. La mayoría de las obras expuestas fueron hechas como demostración de las aptitudes que servían a la mujer para su preparación y desempeñe de sus roles en edad adulta como esposas y madres.

Pero hubo excepciones en las que ellas decidieron seguir sus propios impulsos artísticos. Son pinturas, dibujos, quilts, telares, hábilmente ejecutados. Deliciosos y que requieren de una sensibilidad artística negada por un mundo innegablemente machista (lo siento, intento dominar mi vertiente feminista y la mayoría de las veces lo consigo).

Finishing the Quilt (Nan Phelps, 1904-1990) Nan pertenece a la segunda generación descendiente de Grandma Moses, explora en la memoria como filtro para su expresión artística. Esta artista logró el reconocimiento de su obra en los años 40 por sus retratos detallados de miembros de su familia, desarrollando labores domésticas. Con este lienzo nos invita a participar de la calma íntima de una generación de mujeres que comparten la elaboración de un quilt. Un sentido de comunidad domina la escena, dónde la continuidad queda asegurada por la presencia de una mujer embarazada.

Grandma Moses (Anna Mary Robertson Moses, 1860-1961) fue una renombrada artista folclórica estadounidense. Comenzó a pintar con los setenta ya cumplidos, después de abandonar sus tareas de bordado debido a la artritis. Sus cuadros fueron descubiertos por casualidad y llegaron a ser muy codiciados. Pintaba escenas rurales (muchas usadas por la cadena Hallmark en sus tarjetas postales).


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